Alfredo del Águila
Alfredo del Águila
“Constructor de ideas que culminaban en goles, Alfredo del Águila siempre voló con la esperanza de traer a su tiempo los antiguos triunfos del América. Afanoso de conducir el balón a través del medio campo, al cual consideraba su hogar, Alfredo jugaba para sus compañeros y para el fútbol mismo, la ilusión de su vida…”
Monarca absoluto del medio campo, Alfredo del Águila también conocido como el Negro, se inició en las fuerzas inferiores de América y comenzó a jugar en la primera división en la temporada 1963-64. Del Águila era un auténtico domador del centro del campo, pues siempre tomaba el balón con la serenidad y la altivez digna de un centinela que resguarda un preciado tesoro y, mientras conducía la pelota sin que nadie más se atreviera a tocarla, pues sus compañeros confiaban en su maestría, comenzaba a vislumbrar la inédita y teatral manera en que asistiría a sus delanteros. Alfredo poseía una visión inigualable para tocar el balón y dejar a los defensas sin ninguna posibilidad de alcanzarlo. Compartió vestidor con otras grandes leyendas de la institución como José Alves Zague, Arlindo dos Santos, Fragoso y Gómez. Y es que todos ellos consiguieron que la gloria regresara a los bastidores Cremas una vez más, cuando se adjudicaron el título de liga en la campaña 1965-66’.
Una anécdota que lo forja como verdadero americanista
Con Zague y Arlindo anotando sinfín de goles y triturando cualquier portería que se encontraran en el camino, se convirtieron en las máximas figuras del campeonato. Sin embargo, no lo hicieron solos. Había alguien detrás. La sombra de un centrocampista alejado de los reflectores, en cuya oscuridad imaginaba una y otra vez la forma en que manufacturaría la más fastuosa de las jugadas. Con el americanismo como estandarte, Alfredo del Águila asistió incansablemente a Zague y Arlindo para que con sus anotaciones, América consiguiera un campeonato inolvidable que marcó una huella en la historia del club: el que vino después de mucho tiempo, y que dio inicio a una etapa cubierta por el inmaculado mando de la gloria.