Enrique Ostos
Enrique Ostos
Enrique Ostos Luzuriaga, mejor conocido como El Licenciado, pues así lo llamaban los aficionados, nació en la Ciudad de México el 22 de marzo de 1918. Se desempeñaba como extremo y podía hacerlo por las dos bandas. Su tremenda capacidad para manejar la pelota, por supuesto siempre con una enorme sonrisa dibujada en el rostro, unida a su descaro para enfrentar a cualquier rival sin importar quién fuera, lo erigieron como uno de los jugadores predilectos de los seguidores Cremas. Y es que Enrique enamoraba a la gente, no solamente con sus gambetas, también por la osadía con la que se lanzaba al ataque, como si un soldado se arrojara el solo en contra de todo un ejército, y lo hiciera con la mayor insolencia posible.
Una anécdota que lo forja como verdadero americanista…
Enrique Ostos apenas tenía 20 años cuando fue invitado por el mismísimo Rafael Garza Gutiérrez, entrenador de América en la temporada 1936-37, para unirse al equipo. Ostos venía procedente de un equipo juvenil, el Lusitania, sin embargo, llegaba para unirse a la segunda fuerza intermedia y, después de entrenar un tiempo en dicha categoría, finalmente se unió a la primera fuerza. Aún desconocido por casi todos, ingresó como cambio en sustitución de Arteaga, el 20 de septiembre de 1936, en un partido frente a la selección de Cuba. Ya en el campo, mientras el marcador estaba 0-0, el Licenciado no se intimidó y desde el primer paso que puso en el césped demostró su categoría y hambre de triunfo. Casi inmediatamente Ostos se ganó al respetable y con tres jugadas que nacieron en sus botines, los cremas se pusieron arriba en el marcador, siendo este un debut de en sueño para un jugador excepcional.