Del Pata Bendita a Borja, cinco grandes centros delanteros.

21 de julio, 2016


 

Por Héctor R. Hernández, Historiador Oficial Club América.

Queridos hermanos azulcremas, ahora sí que tengo un problema serio. Llegó el momento de hablar de la posición que todo mundo quiere jugar, aquella en donde saltan a la fama los héroes, aquella donde gracias a uno, se ganan los partidos: los centros delanteros.

Conocido también como ‘arietes’, ‘definidores’, ‘matones’ y pomposamente hasta ‘killers’, estos jugadores son generalmente aquellos encargados de marcar la mayoría de los goles de un equipo. Otros (medios y extremos) ‘juegan para ellos’ y su tarea es abastecerlos para que estas estrellas anoten y se cubran de gloria.

Justo es en esta puesto donde en el Club América han proliferado grandes jugadores. Ha habido tantos goleadores mexicanos y extranjeros a lo largo de cien años, que escribir esto para ustedes, me ha tomado tiempo, reflexión y también tristeza, porque por razones de justicia y congruencia con las otras posiciones anteriormente relatadas, solo podré explayarme en cinco de ellos, pero no dejaré de comentar y profundizar algo sobre los demás que están en la lista del número seis en adelante, en este nuestro Álbum de Oro Americanista. Vayamos al grano.

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Cuando Osvaldo Castro Pelayo llegó a México en 1971 lo que más se conocía de él era su apodo: «El Pata Bendita». Nacido en Copiapó, Chile el 14 de abril de 1947, llegó a nuestro equipo procedente del Deportes Concepción, donde en una temporada había marcado 38 goles.

Estuvo en la banca  en el partido que perdimos 0-1 contra el León en el duelo por el Campeón de Campeones de la temporada 70-71, que fue el primer cotejo de la campaña 71-72. Su primer juego y gol lo anotó al San Luis en la jornada 1, la siguiente semana de su presentación.

Pronto demostró el poderío de su pierna izquierda, la cual se hizo inmortal, temida por los rivales. Nunca dispuso de unos reflejos increíbles ni fue un ágil rematador de cabeza, pero eso lo suplía con la fuerza con que le pegaba al balón. Muy pocos, por no decir ninguno, pateaba tan duro como el “Pata”. Muchos atribuían la potencia con que le pegaba al esférico, a que el tamaño de su pie izquierdo es más corto que el derecho. Pero eso nada tenía que ver. Cómo bien lo explicó él mismo, todo era por su fuerza en la pierna y la técnica al momento de pegarle al balón con el empeine. Su historia fue de tenacidad, porque cuando recién llego fue ocupado por José Antonio Roca como extremo izquierdo, ya que Borja era inamovible en el centro del ataque. Para su mala suerte, fue fracturado por Daniel Razo del Irapuato en la jornada 17 de su primer torneo y no volvió a jugar en ese certamen. Regresó con nuevos bríos para la 73-73 donde continuó jugando como extremo, salvó cuando Borja no alineaba. Pero la revolución le hizo justicia y para la siguiente campaña, la 73-74, entre viajes de Enrique a partidos internacionales con figuras mundiales y juegos de éste con la Selección, Osvaldo alcanzó la cúspide, ya como centro delantero, saliendo Campeón Goleador tanto en el torneo de Liga donde hizo 26 goles, como en el de Copa cuando anotó 10 tantos. Fue el artífice y símbolo azulcrema en esta última competencia. Su zurda y presencia derrumbaron al Cruz azul en ambos partidos de la gran final. Dos goles suyos en los respectivos juegos, lo ponen en primer plano americanista. Anotó 64 tantos oficiales, 45 en Liga y 19 en Copa.

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Eduardo González Palmer nació en Maravatío, Michoacán el 22 de agosto de 1935 pero llegó al entonces Distrito Federal siendo aún un niño de tres años. Juagaba en su escuela, Fray Juan Zumárraga donde fue visto y llevado al Club América, todavía siendo un adolescente. Al llegar al cuadro Crema empezó a jugar en la segunda juvenil y acaparó la atención por la facilidad que tenía al anotar, ya que en solo 13 partidos marcó ¡73 goles! Cuando lo subieron al primer equipo, lo llamaron por su apellido materno, debido a que ya estaba ahí José “Pepín” González, y así se diferenciaban uno del otro. A los 16 años debutó en el campeonato de Liga 51-52 contra el Oro, empatando a dos, el 22 de julio de 1951 y un par de semanas después, se estrenó como goleador, ante el Puebla. Mostró desde el principio sus brillantes cualidades y un amor a la camiseta admirable. Goleador implacable, campeón de la especialidad en 58-59 con 25 tantos. Anotó 101 goles oficiales, 90 en Liga y 11 en Copa. ¡Hasta de portero jugó y nos ayudó a ganar el título de Copa 53-54 contra el Guadalajara al detener un penal en la tanda definitoria! Ese sin lugar a dudas es su momento clave. Emilio Fizel anotó los tres penales al portero del Chiverio, Jaime «Tubo» Gómez. Pero el héroe fue Palmer, quien narra en voz propia: «Le pedí a Vial, nuestro entrenador, ponerme en la portería esa vez. Yo lo hacía de relajo en los entrenamientos y lo hacía a gusto. Cuando me estaba poniendo el suéter de arquero, un chamaquito atrás de la potería me dio un escapulario de la Virgen del Carmen. Lo besé muchas veces. En los penales el «Bigotón» Jasso me pateó el segundo a la derecha, me tiré por instinto ¡y lo rechace!… Hasta lloré». Un verdadero personaje del Americanismo que además del citado campeonato de Copa, obtuvo el del año entrante, 54-55, así como la edición del Campeón de Campeones de ese mismo torneo.

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Nació en Bahía, Brasil, el 10 de agosto de 1934. A mitad de la temporada de liga 61-62 llegó a México, José Alves, mejor conocido como “Zague”. Debutó a los muy pocos días de haber pisado suelo mexicano, contra el Toluca en la jornada 19, duelo que ganaron nuestros Cremas 2-1. Pronto mostró sus virtudes como un excelente rematador y para su siguiente cotejo, y debut como local, -jugando en el estadio Olímpico Universitario que en aquél entonces era nuestra casa- ante los Cañeros del Zacatepec, anotó el primero de sus 105 goles oficiales: 86 en Liga y 19 en Copa. Fue de las primeras grandes contrataciones foráneas que el equipo tuvo bajo la operación de don Emilio Azcárraga Milmo y la tutela de don Guillermo Cañedo de la Bárcena, época en que nuestro conjunto luchaba por alcanzar los primeros lugares. Le costó trabajo al equipo tomar su ritmo, pero no a él. Siempre respondió y estuvo a la altura de su jerarquía. Hubo algunas campañas donde al América no le fue bien, pero el brasileño seguía haciendo goles y en una ocurrencia de don Antonio Huerta, lo bautizó como “el Lobo Solitario”, puesto que estaba ahí, en el área, él solo, luchando contra los defensas rivales, esto debido al sistema del técnico Ignacio Trelles. Aun así era espectacular por su velocidad y sus sprints, así como sus remates de cabeza mortales… ¡qué clase de resorteo tenía! “Nunca me consideré un gran jugador. Pero me hice siempre peligroso como delantero. Especialmente para los cabezazos, una agilidad que Dios me dio” comentó en una entrevista para ‘Fibra América’ años después de su retiro. Permaneció casi 10 años en la institución donde fue Bicampeón de Copa en 63-64 y 64-65 pero su gran temporada fue la 65-66 donde además de haber salido monarca goleo con veinte dianas, levantó el trofeo de Campeón de Liga. Fue tal su entrega y rendimiento que en 1971 la directiva le regaló su carta para que pudiera escoger su futuro… y él para corresponder tendría más adelante un regalo de agradecimiento para el América: su hijo, Luis Roberto, pero es ya otra historia.

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Octavio Vial, mejor conocido como “la Pulga”, vio su primera luz el 26 de diciembre de 1919, en México, Distrito Federal. A los 8 años, ya jugaba de extraordinaria manera en su escuela, el Colegio Williams. Menudito de estatura, con una agilidad como ninguno, de ahí su apodo. Dotado de excepcionales cualidades, destacó de inmediato como jugador intuitivo, saltarín, audaz. Fue visto por un entrenador americanista en 1936 que quedó encantado con él cuando disputaba un encuentro amistoso entre el Lusitania, su equipo de barrio y la cuarta intermedia del América. De inmediato lo invitó a jugar con nosotros y Octavio no lo pensó dos veces. Estuvo un año en fuerzas inferiores y antes de cumplir los 18 años, hizo su debut. De ‘cuarta intermedia’ pasó a ‘tercera intermedia’. Dos meses después ya estaba en las reservas. Un mes más tarde, el 2 de mayo de 1937 se presentó con el primer equipo azulcrema jugando en el Parque España de la Verónica contra el Club España (1-1). Anotó su primer gol el 3 de octubre de ese año al Marte en el torneo de Copa. Fue elogiado de inmediato. Tenía una gran visión de gol y sus remates eran siempre vistosos y espectaculares. Saltaba como una catapulta y superaba de esta manera a los porteros rivales. Le tocaron momentos difíciles, épocas de vacas flacas, pero siempre estuvo ahí, destacándose por encima de sus compañeros a pesar de los malos resultados del equipo. Anoto 152 goles oficiales – Liga y Copa- como jugador azulcrema desde su inolvidable debut. El 24 de julio de 1938, Octavio, fue artífice, con un tanto, para que los Cremas se convirtieran por primera vez en campeones de Copa, luego de imponerse 3-1 al mismo España. Obtuvo el título de Campeón goleador en la temporada de Liga 40-41 con 15 goles. Seleccionado nacional en el primer campeonato norte americano y del Caribe en 1947 jugado en la Habana. Casi siempre con nosotros, jugó 12 años ininterrumpidos hasta que una lesión lo marginó parcialmente del futbol, para así ir al Atlante donde se retiró en 1949. Por mucho tiempo fue el máximo goleador en la historia de nuestro equipo, hasta que fue superado en los noventa por Luis Roberto Alves ‘Zaguinho’. Vivió grandes, difíciles e inolvidables años, siempre americanista de corazón, siempre triunfador.

 

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Enrique David Borja García, que nació en México, Distrito Federal, el 30 de diciembre de 1945 llegó al Club América para la temporada 69-70 en un traspaso que causó polémica y revolucionó el medio. Se trataba del goleador de moda en la Selección Nacional y era el estandarte de los Pumas de la UNAM. En un principio se negó a pasar a los Cremas ya que no tomaron en cuenta su opinión, por lo que su protesta se hizo célebre al decir que él no era “un costal de papas”, pero los altos mandos universitarios le explicaron que ya no había vuelta atrás y lo que son las cosas, con el tiempo fue lo mejor, tanto para él como para el América. Debutó el 12 de Julio de 1969, en la jornada 6 del campeonato de liga 69-70 ante el Guadalajara en el estadio Jalisco. Perdimos esa vez 1-3. Su primer gol lo marcó al Toluca en el Azteca en la jornada 13 de esa misma campaña. Su conexión con el cuadro azulcrema fue increíble, de la misma manera que con el público. Salió Campeón Goleador ¡tres veces consecutivas, en la temporada 70-71 con 20 goles -donde además fue monarca de Liga-, en la 71-72 con 26 tantos y en la 72-73 con 24 dianas! Jugó nueve temporadas en Coapa y anotó 104 goles oficiales. Decidió decir adiós a las canchas sin haber cumplido los 32 años. Su despedida fue absolutamente apoteósica. El 18 de septiembre de 1977, en la jornada ocho del torneo 77-78, enfrentó a su ex equipo, Universidad Nacional, al cual nunca le había marcado un gol, por cierto. Para este evento, el “Cyrano” se puso de acuerdo con don Guillermo Cañedo de la Bárcena y con don Emilio Azcárraga Milmo para sólo presentarse a entrenar con el primer equipo una semana antes partido y Raúl “Güero” Cárdenas, su entrenador, así lo aceptó. Fue titular esa mañana inolvidable ante la algarabía de 120,000 gargantas en el coloso de Santa Úrsula, que como era de esperarse, lució atiborrado. Y como si se tratase de un guion de película, “Borjita” una vez más hizo delirar a la gente, que incluso lloró de alegría. Anotó dos goles, ganaron 4-2 y se retiró escuchando el grito que se hizo costumbre por años y años en cualquier estadio de México: ‘¡Borja, Borja, Borja!’. Siempre carismático, siempre caballero, ¡nunca fue expulsado en su carrera! Adorado por toda la gente, se fue de las canchas siendo no solamente “él ídolo americanista”, sino “él ídolo nacional”.

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Como les conté líneas arriba, no dejaré de recordar a goleadores letales, monstruos del área que dieron su vida por nuestro equipo: Salvador Cabañas y su bicampeonato de goleo en la Libertadores en 2007 y 2008 y todas las alegrías y empuje que en la buenas y en las malas siempre nos dio, Christian “Chucho” Benítez y su tricampeonato de goleo en torneos cortos en el Clausura 2012, Apertura 2012 y Clausura 2013, Javier “Chalo” Fragoso y su gol del título contra Veracruz en 65-66, uno de los 68 que anotó y que lo llevaron siendo jugador americanista a los Mundiales de Inglaterra 66’ y México 70’, Carlos Hermosillo y sus anotaciones vitales para ser campeones de Liga en las finales contra el Guadalajara, ida en 83-84 y Cruz Azul, en la 88-89, así como Campeón de Campeones contra Puebla en 87-88 y Toluca 88-89, Norberto “Beto” Outes y su campeonato de goleo en la 82-83 de récords y récords, François Omam-Biyik y sus dos marcas históricas vigentes en la vida del Club: once jornadas seguidas anotando al menos un gol y 33 tantos en una sola temporada, lo que es la mayor cantidad de goles para un jugador americanista en un campeonato de Liga, Florencio Caffaratti y sus 53 tantos oficiales, entre ellos el póker marcado al Tampico en la 45-46, Ernesto Sota y su importantísimo bicampeonato de goleo en 24-25 y 27-28, Kléber Joao Boas Pereira y su campeonato de goleo en el Apertura 2011, Alcindo Martha de Freitas y sus 23 goles en la 75-76, tanto liga y liguilla, especialmente su gol en la final contra la Universidad de Guadalajara que abrió el camino a la victoria, Jorge Sota y su campeonato de goleo en 29-30, Iván “Bam Bam” Zamorano y su liderazgo, entrega y su importantísimo gol en la final del Verano 2002, Teodoro dos Santos «Toninho» y sus tantos que nos dieron la Copa Interamericana contra el Olimpia en 1991, Ricardo Peláez y su gol en la final contra el Tampico Madero en el Prode 85 que abrió el camino a la remontada histórica, Edvaldo Izidio Neto «Vavá» y su par de goles en la final de Copa contra el Morelia en 64-65, José de Jesús Aceves y sus tantos en la liguilla 76-77 así como su vital anotación al Boca Juniors en la famosa final de la Copa Interamericana en 1978, Hugo Sánchez Márquez y su gol del título de Concacaf contra el Alajuelense en 1993, Raúl Vicente Amarilla y sus extraordinarios 20 goles en la 89-90, Aarón Padilla y su mortífero y productivo relevo siempre que fue utilizado, como en la final del Clausura 2005 cuando le anotó dos tantos a los Estudiantes Tecos, Manuel “Grandote” Cañibe y todos los tantos que marcó cuando siendo defensa central fue cambiado a jugar como centro delantero, Leopoldo Proal y su póker de goles al Guadalajara en la goliza de 7-2 en la 43-43, Ítalo “Gato Salvaje” Estupiñáñ y su fuerza y empuje clave en ambas finales de Concacaf y Copa Interamericana en 1978, Carlos Silvio Fogel y su rentabilidad milimétrica a pesar de haber jugado poco, Emilio Fizel, su aplomo y sus penales a la Chivas en la Copa 53-54, Raúl Jiménez y su entrega mundialista, clase, goles y manera de cobrar los penales, hasta nuestro actual Oribe “Cepillo” Peralta y sus -hasta el momento de escribir esto- 40 goles, muchos de ellos importantísimos como en la final contra Tigres en el Apertura 2014. A estos inolvidables artilleros, mis respetos y gracias, mil gracias por tantos momentos de alegría que nos hicieron pasar.

 

En nuestra siguiente entrega, hablaremos de los extremos izquierdos. Mientras tanto, que siga rodando el balón… hasta la próxima.

 

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