DELANTERO

“Romántico del gol, un antiguo paladín dispuesto a cualquier hazaña. Eduardo González Palmer, defensor de la justicia y de las causas americanistas, forma parte de una legión de valerosos combatientes que siempre contó con el arrojo necesario para forjar los cimientos de un equipo grande desde su nacimiento…Así es, González Palmer, con su gentileza manifestada en cada gol, soñaba con la gloria y, sin lugar a dudas…la gloria soñaba con él…”

Eduardo González Palmer 

Eduardo González Palmer, mítico jugador del América, nació el 23 de agosto de 1934, en Maravatío, Michoacán. Fue un goleador extraordinario, siempre dedicado y dispuesto al sacrificio por la causa americanista, es uno de los más ilustres delanteros mexicanos de toda la historia. Su imperecedera e indisoluble amistad con el gol y su delicado trato con la pelota, lo convirtieron en un atacante temible, así como en un auténtico caballero, dentro y fuera de la cancha. 

Un debut que se ganó el cariño de la afición americanista

En la temporada 1958-59 se consagró como el primer campeón goleador americanista en la era profesional, con 25 goles, misma campaña en la que alcanzó su mejor marca. 

¿Quién es Eduardo González Palmer? 

Palmer estudiaba en el Colegio Fray Juan de Zumárraga, cuando fue elegido entre cientos de jóvenes, para integrarse a las fuerzas inferiores del club azulcrema. Su marca es sencillamente extraordinaria: en apenas 10 años anotó 90 goles. Gozaba de gran calidad y depurada técnica individual, característica que lo hacían letal y al mismo tiempo exquisito cuando se enfilaba al marco. Además, fue convocado en numerosas oportunidades a la selección nacional, en donde tampoco pasó desapercibida su habilidad para definir frente al arco rival.

El campeonato anhelado 

Con González Palmer como principal figura y referente del equipo, el América se erigió como campeón de copa y campeón de campeones y, ya sea por mera casualidad, o por designios del destino, lo hizo en ambas ocasiones frente al Guadalajara.

Una anécdota que lo forja como un verdadero americanista…

En un lejano y misterioso 1954, encumbrados en un escenario majestuoso que sólo abría sus puertas a los verdaderos héroes. Final de Copa: América Chivas. Aquel histórico día, el destino le tenía guardada una sorpresa a Eduardo Gónzalez Palmer, quien, con el americanismo tatuado en el alma, jamás imaginó lo que la ventura le había preparado. Ese formidable delantero, como en todos los partidos, su trabajo estaba en la portería, sin embargo, en esta ocasión, era en su propia portería, no en la contraria. Sin cambios y con el guardameta expulsado, González Palmer tomó el valor que sólo alcanzan aquellos que están dispuestos a morir antes que ver a los suyos caer y, cimbrándose bajo los tres palos, decidió convertirse en leyenda. En el momento en que el jugador tapatío despidió su disparo que iba cargado de veneno en contra de las aspiraciones azulcremas, Palmer se lanzó como si fuera un auténtico guardameta y, cautivado por las voces esperanzadas y ensordecedoras que provenían desde las gradas, y con la firme consigna de no dejar pasar el balón bajo ninguna circunstancia, estiró sus manos con el permiso del corazón y atajó ese penal, ofreciendo a los aficionados una muestra de gallardía que conmovió a cuanto asistió en aquella tarde al estadio.

 

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